sábado, 1 de mayo de 2010

Infancia.

Volví a sentirme esa niña que esconde el abandono en algún rincón de su memoria, que aún no controla su impulsividad, que odia los conflictos. Esa que se metía en su mundo irreal cuando escuchaba peleas, porque odia que le sermonen. Esa misma que hoy volvió a la vieja costumbre de huir para no enfrentar. Llevo la mirada perdida desde hace días. A veces juzgamos a los demás sin preguntar que pasa por esa cabecita. Se me ha olvidado la sonrisa profesional, ya ni ganas de fingir una carita feliz persiste en mí. Prefiero mostrarme tal cual estoy, triste, sin ganas e impotente ante todo. Sin musas. Sin ganas de pensar que tengo que publicar. Sin intención de sonreír antes de contestar el teléfono, para que no me pregunten que me pasa. Sin más, no tengo ganas de nada. Mis ilusiones de niña se pierden en este insípido e imprudente mundo de adultos. Días como hoy me siento sola y sin querer compañía.

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