jueves, 18 de febrero de 2010

  Entonces él se agachó un poco y posó los labios sobre sus labios con gran delicadeza.
  Ella cerró los ojos y aspiró aquel aroma que tan familiar le resultaba, sintió la aspereza de su chaqueta al rozarlo con la mano. Tampoco sus labios le eran ajenos, suaves pero firmes, masculinos, embriagadores. Su propia boca se suavizó al contacto con la suya.
  Su beso se hizo más profundo, sus cuerpos se unieron, se fundieron en uno solo.
  Los latidos eran cada vez más rápidos, y ella no sabía si era por el temor o por la impaciencia..
  La lengua de él se deslizó hasta su boca y un calor nuevo recorrió todo su ser, espeso, dulce, seductor.
   Ella se apretó mucho contra él, le devolvió los besos con todo el amor que en otro tiempo sintió por él, siguieron entonces unos besos dilatados, que le hacían enloquecer y murmurar su nombre..
El calor los venció..

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